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Hombre humilde y valiente. Su familia natural dio tres hermanos a la Congregación: ellos formaban un coro que alegraba todas las reuniones. Su hermano más joven (René) trabajó en Chile unos 15 años.
Eran tiempos difíciles, tanto en Québec como en Chile, donde los pesos eran escasos. Esto le quitaba un poco el sueño, sin embargo, la sonrisa escondía el dolor de decir “no” y obligaba a atrasar proyectos. Sin embargo, la Divina Providencia le respondía con el regalo de la capilla y del terreno en Talagante, de 19 hectáreas.
Recibía muchos pedidos para abrir colegios y obras. Tuvo que decir NO al padre Alberto Hurtado (hoy santo) por la atención de chicos, pero pudo abrir escuelas en San Antonio y Cauquenes.
La confianza de los superiores lo mantuvo en autoridad por 15 años, pero los sufrimientos interiores se hicieron físicos y falleció en su última visita a Canadá.
El hermano Antimo durante doce años, hizo de todas las tareas: funda y pone en marcha nuestros tres establecimientos, y supo mantener la observancia regular, la unión de corazones y la confianza en la confusión.
En junio de 1966 debió ser hospitalizado. Aunque le hubiera gustado volver a Chile, la Providencia decidió lo contrario. El 28 de junio, entregró su alma a Dios.