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La semana Santa siempre es un tiempo que nos permite, sensibilizarnos y profundizar nuestra adhesión a la persona de Jesucristo. Es un tiempo para detenernos a pensar, meditar, para reflexionar sobre aspectos de nuestra relación con Dios, que están fortalecidos y de aquellos que están débiles. La vorágine de los tiempos, en nuestra calidad de educadores y trabajadores en la educación, siempre es un desafío al vaciamiento de nuestras vidas, un devorador de minutos, horas importantes para darnos cuenta que quien somos.
Semana Sana es una fuente inagotable de inspiración, de renovación y descanso, el tener un momento, unas horas para pensarnos en Dios.
El Martes 11 de Semana Santa se nos ofreció un momento de retiro espiritual, porque hay momentos en la vida en que es necesario pararse, épocas en las que hay un nuevo despertar, en las que surgen -con la fuerza de la primera vez-, pasiones e iniciativas, afanes nobles que necesitan un cauce; períodos en que las necesidades espirituales se agudizan, y se mira la vida cara a Dios, y uno se plantea las grandes cuestiones de todos los tiempos. Sobre todo replantearnos nuestra vocación cristiana, y nuestra misión de educadores. Además porque queremos hacerlo siguiendo el pulso y la palpitación del Corazón de Jesús, un corazón de Buen Pastor y Maestro. Quien más, podría darnos alivio, acoger nuestras cargas pesadas y Él, con razón nos podría dar una manito para volver a respirar optimismo, esperanzas, un renovar loa creemos y lo que esperamos.
Ha sido un Encuentro, en el silencio, en la meditación, en el compartir juntos una palabra. El Padre Carlos Gómez junto al padre Rafael Zuloaga, venido desde Colombia predicaron nuestro retiro, que basó su reflexión en la siete últimas palabras de Cristo en la Cruz.
Nuestra mirada debe estar dirigida en el redentor crucificado, y nuestros oídos abiertos para escuchar esa voz sempiterna que ha cruzado todas las edades. Cada una de las siete palabras permite visualizar y apreciar la importancia de la cruz.
Un mundo en tinieblas, un cordero y una cruz fue lo que se veía durante aquel sacrificio. Debemos ser agradecidos con Jesucristo por todo lo que hizo por nosotros, por sus méritos es que somos justificados, a él sea la gloria por siempre.
Fortalecidos y renovados espiritualmente, agradecemos al liceo y a la pastoral, permitirnos regalonearnos espiritualmente con estos momentos, y estrechar lazos con Dios y con la comunidad
¡Gracias Señor!