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Ser y hacer Familia Octubre - Mes de la familia


Ser y hacer Familia

Octubre - Mes de la familia

A nuestras comunidades se les llama una familia educativa porque están constituidas por familias. El mes de octubre es el mes de la familia, a nuestras comunidades se les llama una familia educativa porque están constituidas por familias, que a su vez quieren vivir este espíritu de familia entre los diversos estamentos de la comunidad educativa. La familia no son solamente un número de personas, hay muchas formas de vivir familia, pero queremos vivir la familia, profundamente, al modo de Jesús, María y José; una familia llena de respeto, con dolores, con preocupaciones, con dificultades y donde el amor siempre fue el motor y el gestor para construir verdadera fraternidad y comunidad humana entre todos. Solamente los seres humanos podemos vivir en familia, podemos incorporar a muchos elementos vivos en nuestras familias, pero solamente el ser humano es capaz de reconocer y validar y valorar esta familia que tiene. Por eso invitamos a todos en este mes de la familia a agradecer la familia que el Señor nos ha regalado, con todas las dificultades y particularidades, pero también pedir el don de que cada una de nuestras comunidades educativas sea una familia, donde se viva el respeto, se viva, se viva la solidaridad, la acogida y en muchas de ellas el don de la fe.

Pbro. Andrés Moro - Vicario de la Educación

La familia se define como “la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida”. El Papa Francisco nos dice: “Cuando nos preocupamos por nuestras familias y sus necesidades, cuando entendemos sus problemas y esperanzas, sus esfuerzos repercuten no sólo en beneficio de la Iglesia; también ayudan a la entera sociedad.” La ideología del género y la cultura del descarte, propone nuevas definiciones de familia, haciendo que las nuevas generaciones cuestionen su verdadero rol en la sociedad. Por esto, es de vital importancia trabajar en la formación de familias con bases sólidas y éticas donde el concepto quede claro para cada uno de sus miembros.

En primer lugar, la familia, es un microcosmos de la sociedad en general. Es la “sociedad natural”, donde, a pesar de no estar basada en reglas jurídicas, es un conjunto de personas que se relacionan entre sí con un propósito común. Para los católicos, la familia es “la iglesia doméstica”, en la cual se nos da la oportunidad de formar en valores, con ética y sentido a la vida. Resulta evidente que, si la sociedad actual se concentrara en formar familias con respeto y valor a la dignidad, hoy no tendríamos que defender lo obvio.

En segunda instancia, el concepto es claro al definir que la familia es entre “hombre y mujer”. La familia está fundada sobre la unión íntima de vida que es el matrimonio, complemento entre un hombre y una mujer, lazo indisoluble, libremente contraído, públicamente aceptado, y que está abierta a la transmisión de la vida. Varias razones se dan para esto, sin embargo, entre el más importante encontramos la complementariedad que existe entre los dos sexos. Tanto de manera genética como emocional, ambos sexos poseen características diferentes que los hacen unirse de manera más personal por el anhelo de conocer más de lo que tiene el otro. Físicamente, el acto sexual que se realiza entre el hombre y la mujer es el único meramente biológico que no solo permite la perpetuación de nuestra especie, sino también la demostración más grande de que nuestra naturaleza fue diseñada para complementarse entre sí.

Según San Agustín, el amor es desear el bien del otro. La familia es el lugar donde Dios viene al mundo al encuentro con los hombres. Mediante la comunión entre personas es donde se aprende el valor de amar y ser amado. Iniciar una vida matrimonial es, por tanto, un “llamado al don de sí, en el amor”. Es un esfuerzo enorme, donde dos personas ajenas, inician un camino en común deseando el bien del otro. El hombre, al ser imagen y semejanza de Dios, ha sido creado para amar; es capaz, sin duda de un amor que genera comunión, ya que cada uno considera el bien del otro como propio. Es el don de sí, hecho a quien se ama, es donde se descubre y se actualiza la propia bondad.

Por último, la definición recalca la importancia del “don de la vida” en la familia. En el matrimonio es donde los esposos se unen en el acto sexual para formar vida. Actualmente, con la revolución tecnológica y médica, es vital reflexionar sobre las cuestiones cruciales de la defensa de la vida humana. Actuar, formar y educar en la promoción y valorización del don de la vida. Las exigencias éticas y sociales de la institución natural de la vida familiar nos alcanzan a todos. El Papa Pablo VI nos dio una defensa de la sociedad al defender la mujer, la familia y la vida en su Encíclica Humanae Vitae. En la comunión matrimonial es donde se consigue el clima para ofrecer educación en el amor, valorando el don de la vida.

En conclusión, hoy más que nunca el núcleo de nuestra sociedad está siendo atacado. Sin embargo, la solución a este torbellino de tragedias sociales en el que vivimos se encuentra en lo íntimo de la convivencia familiar, al educar su vocación y enseñando a trabajar con amor por sí mismos y por los demás. El matrimonio y la familia contienen dentro de sí todos los valores humanos necesarios para reconstruir una sociedad. Defender la familia, es defender nuestra felicidad.

Por: Arianna Santamaría

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