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Semana santa: Caminar con Cristo




Hoy iniciamos la Semana Mayor, el tiempo en el cual vivimos la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Es un tiempo muy importante, en el cual como cristianos católicos estamos llamados a seguir los pasos de Jesús en los acontecimientos del Kerigma. Todo aquel que anhele la vida eterna, todo aquel que vislumbre el poder glorioso de la Resurrección, sabe que debe pasar por la Muerte primero.

San Pablo nos hace comprender este caminar, este designio de Dios: Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él (Rom 6, 8)

Por tanto, el caminar cristiano conlleva seguir los pasos de Jesús en todo momento, y la Pasión y Muerte son estaciones obligadas para quien quiera vivir la Resurrección. La Semana Mayor es un tiempo litúrgico inmenso, en el cual podemos condensar el poder salvífico de Cristo para la humanidad. Desde su inicio el Domingo de Ramos, esta semana nos permite vivir reflexiones importantes a la luz de la palabra de Dios, cada día.


A continuación, algunas reflexiones que podemos interiorizar:


Desatar el burrito: Domingo de Ramos


"Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces envió Jesús a dos discípulos, diciéndoles: 'Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella; desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, diréis: El Señor los necesita, pero enseguida los devolverá'" (Mt 21, 1-3)


Para poder entrar a Jerusalén, Cristo pidió tomar un burro que se encontraba atado. Los apóstoles desataron el animal, lo llevaron a Jesús para que pudiera entrar a Jerusalén y ser proclamado por el pueblo. Podemos nosotros hoy revisar nuestra vida y preguntarnos: ¿Cuál será ese burrito que tenemos atado y que el Señor necesita utilizar? Jerusalén puede ser nuestra vida, que espera, que necesita, que anhela la llegada del Hijo de Dios, pero se requiere desatar el burro que el Señor necesita. En nuestro corazón podemos tener dones, cosas buenas, regalos de Dios que están atados, que están amarrados sin utilizarse, y por ello, el Señor Jesús no ha podido reinar en nuestra vida de forma de plena.

Hoy nos está invitando a soltar el burro, a entregárselo a él, quien le dará el uso adecuado y así entrar triunfante a nuestra vida, a reinar, a que lo proclamemos con hosannas y alabanzas. Ese burro puede implicar también los apegos, los vicios, las luchas y debilidades que nos tienen atado y que no permiten que el Señor se coloque encima de ellos. Jesús entró montando sobre el burro, como quien tiene poder y autoridad sobre cualquier situación de la vida. Hoy el Señor nos invita a desatarnos de eso que nos impide su reinado en nuestra vida, a poner plena confianza en él.


¿A dónde llevo el cántaro de agua? Jueves Santo

Cuando Jesús iba a celebrar la Pascua, en la cual instituiría la Eucaristía, el Sacerdocio y el mandamiento del amor, se narra lo siguiente: "El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: '¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?' Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: 'Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al dueño de la casa: El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos? El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros". (Mc 14, 12-15)

El Jueves Santo representa mucho dentro de la celebración de Semana Santa. Es la celebración que nos enseña el sentido y valor de la Eucaristía, que es posible por medio del Sacerdocio, como muestra sublime del amor de Dios en Cristo. El Evangelio nos relata cómo Cristo indica la forma de preparar la Pascua, y para ello le da una señal a los apóstoles y es seguir a un hombre que lleva un cántaro de agua. Siguiendo al hombre del cántaro de agua pudieron llegar al lugar donde celebrar la Pascua. Hoy podríamos revisarnos y vernos como ese hombre que lleva el cántaro de agua. Los que viven con nosotros, los que nos conocen, estarán pendientes de nuestro andar y de nuestro caminar. Depende mucho de nuestro paso, hacia donde guiemos a otros. Hoy podemos reflexionar hacia dónde estamos caminando, pues ese paso podría ser el ejemplo o señal que otros sigan.

Nuestro por amor por la Eucaristía debe ser tan grande que podamos llevar a más personas a los pies de Jesús, para que puedan encontrarlo en ese Pascua que celebraremos. En ese cántaro debemos llevar el amor a Dios, el amor a la Eucaristía y con ese cántaro lavar los pies de los demás, lavarlos del odio, el resentimiento, lavarnos de la indiferencia, y mostrar el ejemplo del servicio que el Maestro nos enseña ese día.

La Cruz no es derrota, es obediencia: Viernes Santo

"Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: 'Tengo sed'. Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: 'Todo está cumplido'. E inclinando la cabeza entregó el espíritu". (Jn 19, 28-30)

Hay un momento en la vida de Jesús que parece de derrota: lo han traicionado, lo han negado, lo han maltratado, insultado, lo dejaron sólo. Clama con los salmos al Padre y se ve IMPOTENTE en esa cruz, mientras derrama su sangre. En sus últimos instantes ha tomado vinagre y con eso se ha cumplido el plazo. Para muchos Cristo ha sido derrotado, pero para Cristo, se ha cumplido la voluntad de Dios. Muchas veces en nuestra vida nos hemos sentido como Cristo, guardadas las proporciones; solos, abandonados, en sufrimiento y angustia. Clamamos a Dios pero no comprendemos el sentido de lo que vivimos. Hoy podemos reflexionar sobre el vinagre que empapan en la boca de Cristo, ese amargo sabor que le indica que está cumpliendo la voluntad del Padre. ¿Hemos sentido ese sabor? Cuál es ese vinagre que hemos debido probar pero que con él no hemos sido capaces de ver en ello la obediencia que agrada a Dios?

En la Cruz no está la derrota, en el sabor amargo del vinagre no está lo desagradable sino el signo que nos confirma que estamos en e camino correcto. Tal vez ese vinagre sea el rechazo de otros por defender la verdad, tal vez sea la escasez vivida por no aceptar un negocio indebido, tal vez sea el acabar una relación amorosa por respeto a nuestra santidad y amor a Dios. Tal vez ese momento que vives sea como probar el vinagre, pero con eso, desde la Cruz, estamos cumpliendo al máximo la voluntad de Dios.


El Viernes Santo es para nosotros, la máxima expresión de obediencia de un Cristo que se entregó por amor. Faltar al acto del Viernes Santo es dejar al amado, abandonar a Cristo en el momento en que está dando todo de si por amor a nosotros.


¿En dónde buscamos a Cristo? Domingo de Resurrección

La Semana Santa concluye con el acontecimiento salvífico de la Resurrección. La muerte no ha tenido poder sobre Cristo, la ha vencido y ha resucitado por el poder del Espíritu Santo. El sepulcro está vacío, pero aun así las MUJERES BUSCAN el cuerpo de Jesús. Los ángeles les responden:

"¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: 'Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite' Y ellas recordaron sus palabras". (Lc 26, 5-8)

La Resurrección nos abre la puerta a la vida eterna en Dios. Cristo ha resucitado aun cuando las mujeres no lo saben. Han visto morir a Jesús y lo han visto ser enterrado, pero no lo vieron resucitar. Se acercan al sepulcro y no lo encuentran. Nosotros vemos nuestros problemas como ese sepulcro, lugar de muerte, y por ello al sentirnos sin fuerzas nos preguntamos dónde está Cristo. Pero hoy debemos reflexionar sobre las palabras de los ángeles: ¿por qué buscar entre los muertos al que vive? ¿Dónde estamos buscando a Cristo? Ya no está en el sepulcro, pero nos quedamos ahí. Nuestra vida diaria cambiará de rumbo cuando comprendamos que Cristo está vivo, que no está en el sepulcro.


No busquemos en el sepulcro, la bendición. El domingo de Resurrección regresa el blanco victorioso de la victoria de Dios. Nuestra vida debe estar con la esperanza puesta en la Resurrección. Sabiendo que debemos pasar por la Cruz, vivamos con gozo el triunfo de Cristo. Una semana que nos hace vivir la nueva vida en Dios, y que nos deja llenos de vida para continuar este caminar cristiano. De ahora en adelante, no busquemos a Cristo en el sepulcro.


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