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El llamado de Adviento: ¡Ven Pronto, Señor!


Preparando el Corazón y la mente para Navidad, la Iglesia nos invita a vivir el tiempo litúrgico de Adviento, y por eso le ofrecemos esta reflexión del Padre Agustín, para meditar, reflexionar y actuar…

 

El llamado de Adviento: ¡Ven Pronto, Señor!

Padre Agustín Pelayo, C.SS.S.

Estamos en el mes de diciembre, y por lo tanto estamos en el Adviento, tiempo especial de la Esperanza. Y los católicos tenemos –a diferencia de nuestros hermanos separados– una manera muy privilegiada de vivir la Virtud de la Esperanza. Vivimos la Esperanza precisamente esperando, valga la redundancia, pero no con temor, sino con júbilo.


A veces pasa que alguna mañana alguien llama a nuestra puerta, y vemos a personas elegantemente vestidas, con “biblia” y propaganda anti-católica, queriéndonos “anunciar” el mensaje de que “¡Cristo ya viene!”. Y qué bien que lo anuncien, pero eso no es algo nuevo para nosotros los católicos, pues siempre lo hemos sabido. El defecto del mensaje de estas personas es que cuando ellos nos dicen: “¡Cristo ya viene!”, lo hacen con la mala intención de intentar meternos pánico y convencernos de que entremos en sus grupos para alcanzar “la salvación”. Los hermanos separados tienen una forma desesperanzada de esperar a Cristo, pues cuando ellos propagan la venida de Cristo lo hacen deformando la imagen de Cristo, presentándolo como un feroz poderoso, ansioso y vengativo, que vendrá echando rayos y truenos, exterminando a las personas (especialmente a los católicos… o a los que no son de su agrupación, según ellos). En esta visión protestante, el día de la venida de Cristo es un día de pánico y de oscuridad. Si aceptamos esa visión distorsionada de la venida de Cristo, ese día nuestra actitud debiera ser de terror; deberíamos buscar dónde escondernos de Dios, el cual vendría a despedazarnos… Dios en definitiva no puede ser así, no es así como Él se ha revelado a lo largo de la historia y de modo eminente en la Sagrada Escritura.


Hermanos, permítanme presentarles cuál debe ser la actitud de un cristiano católico ante la venida de Cristo. El católico debe vivir la Esperanza esperando –valga nuevamente la redundancia–. ¡Así es! Vivir la Esperanza esperando es vivirla con alegría, con júbilo, mirando con la frente en alto el Rostro del Señor, porque su rostro es de Misericordia, nos decía el Papa Francisco en “Misericordiae vultus”. El mismo Evangelio nos describe que en el día de la venida de Cristo «habrá señales prodigiosas en el sol, la luna y el mar. En la tierra las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar, y la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo. Y entonces verán venir al Hijo del Hombre sobre una nube lleno de poder y majestad». Pero luego añade: «Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación» (Lc. 21, 25. 27-28).


La actitud del católico ante la venida de Cristo no es tenerle pánico, sino levantar la cabeza y mirar hacia Cristo; y la Iglesia en el mundo entero hace esto mismo: espera la venida de Cristo de frente a Él, con júbilo y amor, no con pánico. Pero vean, hermanos míos, qué hermoso es esto que viene a continuación: los católicos en nuestra Iglesia no sólo vivimos la Esperanza esperando a Cristo, sino que –por si fuera poco– aclamamos la venida de Cristo. Dicho con otras palabras, no sólo no nos aterrorizamos al saber la noticia de que Cristo ya viene, sino que le pedimos que no tarde y venga ya:


¡Ven, ven, Señor, no tardes,

Ven que te esperamos.

en, ven, Señor no tardes,

VEN PRONTO, SEÑOR!

Y la liturgia de la Iglesia nos hace clamar dulcemente, día a día, en el momento culmen de la Plegaria Eucarística: ¡Anunciamos Tu Muerte, proclamamos Tu Resurrección, VEN SEÑOR JESÚS


Así que nuestra actitud no es ni debe ser nunca de pánico ni de horror ante la espera del Señor. Cristo vendrá lleno de gloria para salvarnos, para hacer pleno Su Reino que Él vino a predicar e instaurar en su Primera Venida y está ya presente en nuestro mundo.


Queridos hermanos y amigos, somos la Iglesia, el Pueblo de Dios que camina hacia Él. Y ahora que nos encontramos a la mitad de nuestra travesía en este tiempo de Adviento, tiempo de Esperanza, hemos de vivir y fortalecernos en la Confianza gozosa en Dios, sin tenerle terror a la venida de Cristo, pues en el terror no hay amor, y «Dios es Amor» (1 Jn. 4, 16). Esperemos a Cristo clamando: ven pronto, Señor, ven pronto, Señor, porque Te amamos, ven pronto porque Te necesitamos. Y el fundamento de esta esperanza es que Dios nos ama con todo Su Ser, y por eso se nos entrega en Sacrificio de Amor, especialmente en cada Eucaristía. Yo pienso que vivir la Esperanza esperando es vivir, como escribió el Cardenal Martini: «Estamos llamados a vigilar para dominar [las malas pasiones], de manera que, libres con la libertad de los hijos de Dios, podamos elegir y dar tiempo a Aquél que nos dedica Su eterno tiempo para realizar nuestra vida según Su proyecto y hacerla plena en el encuentro con Jesús, el Señor» (Carlo María Martini, Creo en la Vida Eterna. Editorial San Pablo 2012, p. 66.).


 

Que el Corazón de Jesús, nos dé disposición y voluntad para que en este tiempo, logremos dedicarnos un momento, para pensar como vivir y esperar al Señor, que siempre nos trae alguna Buena Noticia. Pero también recemos por aquellos que están cercanos y necesitan de la Esperanza de Jesús para salir adelante, confiar y aliviar las cargas de tanta angustia y preocupación por el día a día. Esta misma meditación nos ayude a rezar por los demás.

Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío y espero.


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